
Este fin de semana salí a comer fuera.
Era un día especial. Estaba premenstrual, y me apetecía carne. La pedí como siempre: “muy poco hecha, por favor. Vuelta y vuelta”.
Lo dije con claridad, con intención.
Pero cuando llegó el plato, la carne estaba hecha. Demasiado hecha. Y aun así… me callé.
Y puede que estés pensando:
¿De verdad vamos a hablar de bistecs?
Sí. Pero no solo de eso.
Vamos a hablar de autoexpresión, límites, miedo y vulnerabilidad.
Porque muchas veces no se trata solo de lo que comemos, sino de cómo nos callamos cosas importantes por miedo a incomodar o ser juzgadas.
¿Por qué nos cuesta tanto decir lo que necesitamos?
Lo que me pasó en ese restaurante es un reflejo de algo más profundo.
No solo me frené de pedir que cambiaran el plato, también me freno en otras situaciones:
- Me freno al decirle a alguien que me parece fascinante.
- Me freno al decir que algo me dolió.
- Me freno al pedir apoyo cuando me siento pequeña o insegura.
¿Te suena?
Muchas veces nos silenciamos porque tenemos miedo.
Miedo a parecer débiles.
Miedo a mostrar una necesidad.
Miedo a que usen nuestra vulnerabilidad en nuestra contra.
El problema de aparentar fortaleza todo el tiempo
Nos educaron para ser fuertes, independientes, capaces.
Pero a veces esa “fortaleza” se convierte en una barrera que nos impide pedir lo que de verdad necesitamos.
Y detrás de esa barrera, hay soledad, desconexión y frustración.
Nos da miedo que, si nos mostramos reales, alguien se aleje, se burle o aproveche esa parte blanda.
Y así, vivimos conteniéndonos. Fingiendo que estamos bien.
Hasta que un día, algo tan simple como un bistec mal hecho se convierte en símbolo de todo lo que callamos.
Vulnerabilidad: el camino hacia relaciones auténticas
Poner límites no es egoísmo.
Pedir lo que necesitas no es debilidad.
Decir cómo te sientes no es “ser demasiado”.
Es valentía.
Es salud mental.
Es empezar a sanar.
La vulnerabilidad no se trata de exponerse sin filtros, sino de atreverse a ser sinceras desde el respeto, la empatía y la coherencia.
Se trata de decir:
- “Hoy me siento frágil.”
- “Necesito que me escuches.”
- “No quiero eso, pero sí quiero esto otro.”
Y también:
“Por favor, camarero. Le pedí la carne poco hecha. ¿Podría cambiarla?”
¿Nos atrevemos juntas?
Este artículo no va solo de comida.
Va de elegirte.
De aprender a escucharte y a hablar desde ahí.
De atreverte a vivir una vida donde tú también importas.
Donde tú también cuentas.
Así que la próxima vez que algo no esté como lo pediste, pregúntate:
¿Me estoy callando por miedo o estoy respetándome?
A veces, decir lo que necesitamos es el primer paso hacia una vida más auténtica.
Un abrazo,
Laura del Mar