El duelo en niños: cómo acompañarlos en la pérdida

El duelo en la infancia: cómo acompañarlos en la pérdida (parte 2)

El duelo en nuestros peques es diferente al duelo en adultos. Aunque compartimos un proceso de adaptación a la pérdida,  transitan por sus propias fases y formas de expresión.

En términos generales, el duelo tiene cinco fases diferenciadas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Sin embargo, en la infancia, estas etapas pueden manifestarse de manera distinta, a veces superponiéndose o apareciendo de forma más difusa. Cuanto más mayor es la niña o el niño, más se asemeja su proceso de duelo al de los adultos.

El duelo en las distintas etapas del desarrollo

En esta etapa, la vivencia del duelo depende en gran medida de la relación que el bebé tenía con la persona fallecida. Si no era una figura cercana, es posible que apenas registre su ausencia. Sin embargo, cuando la pérdida es de un progenitor u otra figura de apego principal, el impacto puede ser profundo, generando una sensación de abandono y una herida temprana.

El bebé no entiende por qué mamá no viene cuando llora, lo que puede ser desgarrador para su entorno. Es fundamental ofrecer amor, cuidado y sostén. Y aunque parezca que no comprenden nuestras palabras, verbalizar la pérdida y el dolor ayuda a poner nombre a las emociones:

“Entiendo que echas mucho de menos a mamá, yo también.”
“Qué duro es no tenerla aquí contigo.”
“Yo también me siento inmensamente triste.”

Este tipo de frases no les “hace más daño”, sino que les ayuda a procesar lo que sienten.

De 4 a 7 años: la muerte en el mundo de la fantasía

En esta etapa pueden aparecer regresiones, como volver a hacerse pis en la cama o tener rabietas sin un motivo aparente. También pueden parecer indiferentes a la pérdida (y aquí a veces pensar que “ya lo ha superado porque no está triste”) o, por el contrario, mostrarse muy afectados por cambios que a los adultos nos parecen pequeños, como que su muñeco favorito no esté en el lugar habitual.

Es importante recordar que los peques no tienen el mismo vocabulario ni la misma forma de entender el mundo que los adultos. Su manera de procesar la pérdida será a través del juego, las emociones y los cambios en su conducta.

A partir de los 7 años: el duelo más parecido al de los adultos

Desde esta edad, el duelo se asemeja más al de los adultos. Pueden atravesar momentos de negación, donde parece que no ha pasado nada, o expresar su dolor a través de la ira o la tristeza.

En la fase de negociación, es común que aparezcan sentimientos de culpa. Recuerdo el caso de una niña que me preguntó si su padre había muerto en un accidente de coche porque ese día ella “se había portado mal”. No había hecho caso cuando su papá le pidió que ordenara su habitación y, en lugar de hacerlo, se fue a dibujar sin recoger. 

Desde fuera, podemos ver claramente que no hay relación entre un hecho y el otro, pero para ella, la culpa era un tormento. Desde entonces, ordenaba su habitación de forma obsesiva, con miedo de que algo malo le pasara a otra persona si dejaba algo fuera de su sitio.

Es clave abordar estas emociones con calma y sin minimizar su dolor. Frases como “No digas tonterías”, “Eso no tiene sentido” o el más común “No pasa nada” pueden invalidar su vivencia y dificultar el proceso de duelo.

Llorar delante de nuestra/os hija/os: ¿debo evitarlo?

Es común que los adultos intentemos contener nuestras emociones delante de los niños, pensando que así los protegemos. Sin embargo, mostrar nuestras lágrimas, nuestra tristeza y nuestras emociones es lo más natural y saludable.

Los niños y las niñas son altamente sensibles al lenguaje corporal y pueden percibir cuando fingimos o evitamos hablar del tema. Si tratamos de ocultar nuestro dolor, podemos generarles confusión y desorientación.

Gracias a mostras nuestras emociones, les estamos modelando a cómo afrontar las pérdidas que inevitablemente se irán encontrando a lo largo de sus vidas. Es algo de lo que no les podemos proteger, así que necesitamos enseñarles a cómo transitarlo, siendo nosotros su ejemplo. Así, pueden llegar a pensar: “Mamá está triste porque echa de menos a la abuela. Está bien sentir tristeza cuando perdemos a alguien.”

Mostrar nuestras emociones con autenticidad les enseña que expresar los sentimientos es válido y natural.

¿Es recomendable que los niños asistan al entierro / tanatorio?

Con la intención de protegerlos del dolor, muchas veces evitamos que los niños y las niñas asistan a un entierro o al tanatorio. Sin embargo, alejarlos de la despedida puede generarles más confusión y dificultar su manera de afrontar la muerte en el futuro.Cuando hago sesiones con adultos, escucho habitualmente el dolor que les ha generado no haber podido despedirse de una persona importante en su infancia. Si bien es importante preguntarles si desean asistir, antes de hacerlo debemos explicarles qué sucederá, quiénes estarán presentes y qué significa esta despedida. Muchas veces, su No, habla más de la falta de acompañamiento por nuestra parte o de la incomodidad en que los acompañamos, que no desde una elección libre por parte de ella/os.

Señales de un duelo complicado

En algunos casos, el duelo en la infancia puede complicarse y manifestarse a través de señales que requieren apoyo terapéutico:

Si observas algunas de estas señales, buscar ayuda profesional puede marcar una gran diferencia en la manera en que el niño o la niña procesa su duelo.

Reflexión final

El duelo en la infancia es un proceso natural, pero necesitan adultos que los acompañen con honestidad, cercanía y comprensión. No podemos evitarles el dolor de la pérdida, pero sí podemos ayudarles a transitarlo de manera saludable.

La muerte forma parte de la vida. Y como todo en la vida, lo que se habla y se comparte, se vive con más amor y menos miedo.


Laura Jiménez Pereta

Psicóloga General Sanitaria

Co-fundadora de Calmademar

Núm. col.: 16981