
¿Te asusta la ansiedad? Si tu respuesta es sí, no estás solo. Cuando se intensifica, puede sentirse como un caballo salvaje desbocado dentro del cuerpo. Tal vez nunca has sufrido un ataque de pánico, pero seguramente conoces esa incomodidad, ese nudo en el pecho que aparece sin avisar. Y es que… ¿a quién le gusta sentir ansiedad?
La ansiedad y el cambio de rutina: del descanso al deber
Durante las vacaciones, nuestro cuerpo suele entrar en un estado de calma, disfrute y desconexión. A pesar de los típicos roces familiares o pequeños conflictos, el cuerpo descansa. Pero cuando llega septiembre y comienza “la vuelta al cole”, todo cambia.
De repente, reaparecen los correos acumulados, las contraseñas olvidadas, las responsabilidades postergadas. Nuestro sistema de alerta se activa, y ahí es cuando muchas personas sienten el primer zarpazo de la ansiedad.
¿Y si la ansiedad no fuera tu enemiga?
Aquí va una idea transformadora: la ansiedad no está aquí para hacerte daño, sino para ayudarte. Es una señal de tu cuerpo que te avisa de que algo no va bien, que estás forzando tus límites, que necesitas parar, descansar o atenderte.
El problema no es sentir ansiedad. El verdadero problema es no escucharla.
Vivimos desconectados del cuerpo porque hemos aprendido a priorizar la productividad y la velocidad. En un mundo donde “ir a mil” se valora, el cuerpo se ve obligado a entrar en estado de alerta para cumplir con las exigencias. Y es entonces cuando aparece la ansiedad.
Escuchar al cuerpo: una nueva forma de entender el bienestar
A algunos de mis pacientes les cuesta aceptar que la ansiedad puede ser su amiga. Pero cuando logramos cambiar la mirada, todo cambia. La ansiedad solo quiere recordarte lo que necesitas: descanso, atención, autocuidado.
Cuando aprendemos a reconocer nuestras emociones, gestionarlas y actuar desde la conciencia, la ansiedad comienza a disminuir.
Por supuesto, hay casos en los que la ansiedad se convierte en un trastorno: ataques de pánico, ansiedad generalizada, o incluso un rasgo que acompaña a la persona en su día a día. Pero créeme: en la raíz de todo eso hay, casi siempre, una dificultad para gestionar emocionalmente lo que la vida nos plantea.
Cómo empezar a transformar tu relación con la ansiedad
No podemos cambiar el ritmo del mundo de un día para otro, pero sí podemos cambiar la forma en que nos tratamos a nosotros mismos.
Desarrollar inteligencia emocional, aprender a poner límites, descansar sin culpa, y reconectar con el cuerpo son herramientas fundamentales para sentirnos mejor.
Haz las paces con tu cuerpo. Escúchalo. Aliarte con él es el primer y gran paso hacia una vida más equilibrada.
Conclusión: la ansiedad no es el enemigo
La próxima vez que sientas ansiedad, intenta no rechazarla. Obsérvala. Pregúntate qué te está queriendo decir. Recuerda: tu cuerpo no está roto. Solo está tratando de ayudarte.
Espero que estas palabras te hayan servido, inspirado o acompañado.
Un abrazo fuerte,
Marta